domingo, 6 de diciembre de 2009

Andullo (o Sandullo?) y Triculí



Estoy aprendiendo a apreciar la magia que ocurre cuando hacemos el camino para cumplir algo, lograr un objetivo, alcanzar una meta. En los últimos meses he comprendido que al final de todo nos llevaremos los recuerdos del recorrido, en lugar del objeto perseguido.


Con un compromiso específico y voluntario, salimos Anadel y yo, acompañadas de Agustín por todo un día “road trip”. Partimos a las 7 am lamentando yo salir a una hora como aquella, a tan lejano lugar, privándonos además de aprovechar la luz del amanecer para tomar alguna foto o simplemente admirar el evento matutino.


Después del cruce de Neiba y Barahona, tuvimos que preguntar cada vez que cruzábamos por el camino de algún individuo (lo que a medida que avanzamos se volvía menos común) “cómo se llega a Roma”, para llegar finalmente a nuestro destino, Las Clavellinas, luego de encontrarnos con un sábado de Mercado agitadísimo en Neiba y ver las primeras señales del lago.


Finalmente, el reencuentro (o en mi caso el encuentro) con la “antigua familia”. Si en resumidas cuentas estábamos supuestas a hacerles un regalo a ellos (o al menos eso pensábamos nosotras), este viaje nos dejó uno de los mejores regalos, o recuerdos: un paseo a pie desde Clavellinas hasta el lago (lo cual era muy difícil de realizar antes de que el lago creciera al nivel que lo ha hecho en este ultimo año) bajando hasta aquellos 40m por debajo del nivel del mar entre pedregales, internándonos en un platanal lleno de luces donde pudimos escuchar el cantar de los cuervos y llegar a las orillas del lago, descubrir lo divertido que es jugar con las pelusas de las cattail y subir en los troncos de los árboles que la masa de agua se ha encargado de secar.


…y olvidados de que hay una vida que complicamos cada día mas, subí a Clavellinas sudada y con pelusas hasta en la lengua…


Allí nos aju'tamos tremenda jartura de moro de guandules, cerdo guisado, berenjenas y arepitas de yuca. Salimos a terminar de dar la vuelta (esta vez en vehículo) a un lago que ahora nos regala un paisaje interesantísimo, a pesar de los malos ratos que ha provocado a la gente que no pensaba que tal acontecimeinto ocurriría. Nos dimos un baño en la azufrada de La Zurza y para concluir nuestras paradas pudimos escuchar el sonido del fuete de los Cachúas en Cabral y cerramos con un atardecer que ni pienso describir por miedo fracasar en el intento, sobre las montañas que surca el río Yaque.


Espero que al final de todo cargue con tantos recuerdos de los recorridos que elija en la vida que no me quede espacios para llevar alguna otra cosa. Que si algún dia tenga que pagar peaje por ellos, no quepa el monto en mis bolsillos.


Con tantos recuerdos que construí en esta ocasión he olvidado mencionar cuál era el objetivo de este viaje. Ya no me molestaré en perder ese tiempo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow! Hermoso! Gracias por compartirlo....
Muy orgulloso.... Muy inspirador....
Espero haber sido el primer seguidor.... Jejeje!
J. Then