domingo, 21 de noviembre de 2010

Qué vola Habana? (día 1 en La Habana)

Tenía 5 años sin salir del país, todo por una carrera que me absorvió al 176% la mente... y los bolsillos. A pesar de que mis planes de principios del año establecían mi reencuentro con fronteras extranjeras un poco más lejanas que en el país que terminé hoy, resulta que las oportunidades que han abierto mis proyectos personales me llevaron hacia otro destino.

Se presentó la oportunidad de conocer Cuba a mediados de este año, cuando fui invitada por el Instituto de Antropología de La Habana a ser ponente en el II Simposio Internacional de Arte Rupestre. Presentaría el proyecto de investigación que en el 2009 fue premiado por la UNESCO, el Centro León y Unión Latina, sobre la obra rupestre de la ciudad de Santo Domingo y cómo pueden integrarse los espacios que la contienen  a la dinámica urbana.

Llegar a La Habana me hizo encontrarme con un aeropuerto de escala y composición mucho más agradable que el nuestro, lo cual fue una muy buena impresión (salió mi primera sonrisa). Fui recibida por Divaldo Gutierrez Calvache, investigador de arte rupestre y miembro del Instituto. Inmediatamente conocí al resto de dominicanos que representaban el país en  el Simposio que se desarrollaría durante los próximos 5 días (Glenis Tavarez, Odalis Rosado y Rafael Puello) y nos dispusimos a salir hacia la ciudad, Divaldo y yo en un vehículo separado del resto del grupo.
Ahí estaba yo, montada en un vehículo ruso, de esos que son una reliquia y se pueden ver comunmente en Cuba. Mi primer paseo por las avenidas me enseñaron las campañas pro-revolución:
- Ante la crisis mundial capitalista, no tenemos otra posición que unirnos para enfrentarla
- Vamos bien (con una foto de Fidel)
- Presos injustamente por su lucha contra el terrorismo (con foto del caso de los presos cubanos sentenciados en el 2001)
...

Esto si que va a estar bueno! Para darme cuenta sólo me hizo falta ese primer paseo, la calidez de Divaldo que me hacía sentir como en casa, y el primer vistazo al Malecón, donde se reúnen los domingos montones de personas a dejarse sorprender por alguna ola traviesa que moja hasta la avenida, o simplemente para ver el atardecer o esa luna llena magnifica que vi saliendo desde el faro del Castillo de los Tres Reyes del Morro. 

Me registré en el hotel, localizado en La Habana Vieja, apenas dejé mi maleta y me fui con Divaldo y Eduardo (el dueño del vehículo ruso) para Playa, uno de los barrios de la ciudad de La Habana. Conocí a la esposa de Divaldo y a su hija/ciclón de 3 años Laura. Nos fuimos a casa de Pepe y me despedi de Eduardo sin saber que no lo volvería a ver durante mi semana. 

En casa de Pepe se quedaban los demás dominicanos, todos estos (cubanos y dominicanos) eran viejos amigos y yo la única nueva del pelotón. Pusimos a Silvio Rodríguez, probé la cerveza Cristal y cerramos la noche con la primera cena: arroz con grí (o sea, moro de habichuelas) carne y papas. Divaldo me dio todos los tips para empezar mi semana en La Habana y William, en un carro menos encantador pero más moderno que el primero (de estos hay más de los que esperaba en Cuba) me llevaron de vuelta al hotel, no sin antes recorrer de nuevo El Malecón, que parecía decirme, "asere, qué vola?" mostrándome ese encanto particular que empezaba yo a descubir durante los próximos 8 días.

1 comentario:

gabrieljc dijo...

contraste. realidades encontradas