Cuando atardece en Portillo todo lo demás se detiene, y lo único que parece estar vivo son las nubes que juegan a convertirse en algodón de azúcar mientras el sol se despide para regalarle su cara al otro lado del planeta. El agua se tiñe con el mismo color de aquel algodón, pero corre como sangre licuada... es la sangre de Papa Dios, que si duerme, les aseguro que lo hace en este lugar justo despues de caer la tarde.
1 comentario:
No niego que los atardeceres de Portillo sean bellísimos, de hecho, siempre he dicho que Samaná es LO MAXIMO! (en mayúsculas), pero disiento de ti en este post, yo creo que Papá Dios duerme en el Valle del Bao.
Publicar un comentario